lunes, 24 de marzo de 2014

Ya hay un ganador.

Tú ganas.


Tú ganas.

Tú ganas.

Tú ganas.

Tú ganas.

Tú ganas.

Tú ganas.

Tú ganas.

Tú ganas.


Tú ganas. No voy a fingir que soy yo la que gana con esto. No soy lo bastante orgullosa. Ni valiente. Ni nada. Si querías esto, verme así, rota una vez más, perdida y a oscuras, mírame bien porque lo has conseguido y espero de corazón que al menos lo disfrutes y puedas arrancar mi página de tu libreta. Que de ahora en adelante seas feliz y que pase lo que pase todo en la vida te salga bien y no tengas que verte así, como estoy yo ahora, ni una sola vez. 



lunes, 10 de febrero de 2014

Después de un mes.


Hoy cuando he recuperado esta especie de trastero de mi vida, leí la última entrada. Faltan dos días para que se cumpla un mes sin haber escrito nada aquí y no puedo decir que las cosas hayan cambiado. Sí. Lo han hecho. Pero lo cíclico del tiempo y de mi vida lo ha devuelto a su sitio antes siquiera de poder acostumbrarme. Debo decir que no es justo. No tengo muy claro que tenga derecho a quejarme pero sí ganas. Muchas ganas. De quejarme, lloriquear y vaciar el alma un poquito. Aunque quizá, después de todo, no sea este el momento ni el lugar. 

domingo, 12 de enero de 2014

Palabras, probabilidades y yo.

Intento encontrar las palabras que me ayuden a no rendirme. Intento llamarlas, localizarlas, arrinconarlas... Pero al fin siempre se escapan entre los dedos. Como las probabilidades. Como yo.

lunes, 6 de enero de 2014

Llueve sobre mojado.

"Te encantaba que te llamara así." Nunca me gustó. "Hacíamos un buen equipo." Tú jugabas a los dardos y yo era la diana. "No dejes de ser como eres." Así gente como tú podrá seguir haciéndome daño. "¿En serio crees que teníamos una mínima posibilidad?" Cómo voy a creer que el invierno no mata las flores. "Sabes que siempre fuiste especial." Tuviste una extraña manera de demostrarlo. "En cinco años podías haber hecho algún amigo." Así me dejaste. Incapaz de confiar en nada ni nadie. "Esa mirada no me gusta." ¿Cuándo te gustó algo de mí? "Sorprendentemente sexy. Si hubieras estado así hace unos años..." No cuela, esta vez, esa mentira de doble filo. Ya no soy aquella niña tonta que esperaba parecerte atractiva. No cuela. Y nunca más.

Lo dejaste muy claro, al final. Volverías a hacerlo. Mi primer ex cariño. Porque no puedo llamarte amor. Han pasado los años y sigues igual de imponente. Qué mirada. Qué sonrisa.

Mientras hablaba contigo sabía que no he dejado de quererte. No en el sentido en que tú crees. Hace años que dejé de estar enamorada de ti. Aún te quiero en el sentido de que si necesitaras un riñón y yo fuera compatible, no lo pensaría. Me dolería saber que sufres si es que sabes lo que es eso. Me dolería incluso saberte con remordimientos. Que yo sé lo cabrona que es la culpa.

Eres parte de mí porque me has hecho. Me he moldeado con tus golpes cuando aún no era fuerte para tener forma propia. Y ahora mírame. Sujeta, atada a otro cariño que duele y soportando que llueva sobre mojado por no perderle como a ti.

Por lo menos esto es distinto. Me queda ese consuelo. Pero sigue lloviendo sobre mojado.

Eres parte de mí pero ya no quiero verte más. Un día seré fuerte para mirarte a los ojos y parar el golpe. Un día ya no me importará que llueva sobre mojado. Hasta entonces... Ojalá que te vaya muy bonito.

viernes, 3 de enero de 2014

Este no es tu mundo.

Quizá nunca debí entrar. Este no es tu  mundo. Caperucita, te vas a perder. Y así ha sido. Mírame. Me he perdido. Pero si no hubiera entrado no habría encontrado nunca al otro extremo de mi hilo rojo. Si no hubiera entrado no habría encontrado a la luz gigante de un pelirrojo que tiene un alma aún más grande.

Hay tantas cosas que no voy a publicar que al final no sé qué saldrá de todo esto. Sé que si no hubiera entrado probablemente habría muerto este verano. Que no estaría aquí. También me habría evitado tanto dolor que a veces me río. Si hubiera sobrevivido a verano quizás ahora tendría una vida normal, sin tanto dolor y tanta intensidad.

Que lo decía Santa Teresita, en cuanto el amor se dispara, los demás sentimientos lo persiguen. Que he querido con locura y mira. Sigo viva. Por ahora. Quizá no debería haber entrado. Quizá este no es mi mundo. Pero de todos los mundos por los que he pasado, este ha sido en el que más había encajado.

Probablemente todo baje mañana. Probablemente todo sea un mal recuerdo en un par de meses. Y probablemente ese  recuerdo se diluya en los años. Pero lo bueno no. Voy a intentar aferrarme a ello. Solo a eso. Por piedad. Conmigo misma. Ya he perdido la cuenta de las heridas y necesito luz.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Soltar lastre.



La patente de corso que te doy, cada día, sigue abriendo surcos en mi alma. Quizá lo tengo todo a flor de piel. Quizá la marea aún está revuelta y solo haya que esperar pero los golpes de viento no ayudan. Y el mar aún vomita con cada vuelta monstruos del pasado, naufragios, errores pasados. Por eso cuando llega la tormenta y quiebra todo lo que encuentra a su paso... Hay que salir de ahí: hay que soltar lastre.




Cómo quiere la guitarra.



Querría contarte una historia. Empieza con una guitarra y unas cuerdas que cambiar: estas ya han sonado demasiado. 

-Papá, ¿no le duele a la guitarra?
-No lo sé, cariño, no le he preguntado.
-Pero, ¿tú crees que le duele?

Antes de contestar, lo medita mientras sus dedos fuertes tensan las cuerdas nuevas que, indómitas, se resisten a ser dominadas. "Quizá sí, un poco. Pero las necesita. Y al principio estará incómoda y luego irá acostumbrándose y un buen día, cuando ya les tenga cariño, habrá que volver a cambiarlas." El cariño de la guitarra hace daño a las cuerdas, papá. Qué historia tan triste. 


jueves, 19 de diciembre de 2013

Capricho.



Volvemos al no hablar. O a no contestar. Destrozas el sucedáneo de paz que consigo con un "hola" y no estaría mal si no fuera un hola vacío. Tu capricho. Hoy sólo voy a publicar esto. El resto lo he borrado. A veces yo también me canso de llorar. Que quien espera, desespera; como dice el refrán. 


martes, 17 de diciembre de 2013

El de la camiseta roja.


Ayer fue el día del uno entre un millón. Había una posibilidad entre un millón de que quisieras hablar y empezaras tú. Había una posibilidad entre un millón de que pasara todo lo que pasó ayer y aún tiemblo si lo pienso.

"No tenía que tratarte mal. Tú no te lo mereces. Es que me parece muy injusto. Cada uno es responsable de sus actos. Ahora querrá volver a entrar porque se aburre o yo qué sé sabiendo que tú vas a estar mal. Y me voy a cenar que me cabreo. No, contigo no. Tú no tienes culpa. Te quiero. Intenta no estar mal."

FLIPÉ. Aún lo hago. Porque no esperaba tanto cariño de golpe. Toda esa sensibilidad. Que alguien como él se parara a pensar en cómo me voy a sentir yo. Que se ofreciera a dar la cara por mí: "Que si quieres le digo que es por mí, eh. Que no quiero meterle yo." Después sentí que al pedírselo a pesar de su predisposición a no hacerlo, le estaba haciendo sentir mal. Cuando le daba las gracias por tratarme así, me hacía callar. 

Me sentí protegida. Con Alicia por la otra línea que me hacía reír con sus amenazas y dobles sentidos gatunos. Me sentí bien. Impresionada, halagada y abrumada por una demostración de cariño que no esperaba. 

Después, un recuerdo que duele. En el metro de tu ciudad. Es tarde y llevas una camiseta roja de la selección española de baloncesto. Dices que cuando vengas a Barcelona te echarás en cara al impresentable de mi vecino. Yo me niego en rotundo y tú insistes. Antes de lo de ayer, aquella fue la última vez que me sentí así de protegida. Aunque en realidad tú nunca fueras a venir a Barcelona, aunque ya no seas aquel que decía eso, tan serio. Aunque ya no me quieras como me quería ese niño de la camiseta roja.

Perdona si me cuesta creer que quieras hablar.




lunes, 16 de diciembre de 2013

Esa muñeca.


Llevo diez días viniendo aquí, soltándolo todo y borrándolo. No me atrevo a publicar nada. No lo hago, al final. Hoy no puedo más. Necesito sacarlo. Ya saqué una parte por el otro lado pero aquí me siento más a gusto, en medio de todas mis miserias. 

Me juré a mí misma que no volvería a ser un juguete y me he dado cuenta de que es lo que soy ahora. Tanto cuidado, tanto esmero... Ahora soy esa muñeca que coges y dejas cuando te apetece. Supongo que tengo que considerarme afortunada los días que quieres jugar. Pero a veces pienso que ojalá tuviera los cojones de decirte que no. Que se acabó. De romper mis promesas y salir de aquí para siempre. Ojalá fuera fuerte para no necesitarte. Ojalá.

Quizá entonces te darías cuenta de lo que pierdes. Porque no te he pedido nada a cambio y he estado ahí y nadie ha hecho eso por mí y no creo que me equivoque si aseguro que por ti, tampoco. Nada a cambio de todo, ¿eh? Pero no lo ves. Y yo sigo aquí.

Después de todo, ya no voy a preguntar para no escuchar más mentiras. No más. Querer a una persona es algo proactivo no pasivo. No te sientas y "quieres". Querer a una persona se hace sabiendo de su vida. Si puedes ayudar o si simplemente puedes estar ahí. Pero tú no. Al menos conmigo no. Te pones los brotips y demás para otras personas creyendo que sí, que es lo que eres pero mira. Nadie se ha quedado tanto como yo y de mí ya no sabes nada.

No es mi intención sonar a reproche, no lo es. No es culpa tuya, es por mí. Sigo siendo la misma loca. Escribo aquí porque no quiero decírtelo. No me arriesgo a molestarte o hacerte daño. Sigues estando tú por delante. Escribo aquí porque ponerlo en palabras ayuda a no enfadarme por todo el daño. Escribo porque por algún sitio tenía que salir. Escribo porque ya no me da miedo ni morir. Escribo porque no puedo hacer nada y tampoco puedo seguir así. 



viernes, 6 de diciembre de 2013

Solapado.



Hoy no sé qué pensar. Tengo el dolor solapado entre preocupaciones estúpidas y de vez en cuando aparece entre ellas. Cucú. Qué siniestro. Lo he guardado para poder seguir porque de verdad que no podía más. Sé que no es bueno hacerlo, que tarde o temprano saldrá, que será peor, que pesará más. Necesitaba descansar un momento. Coger aire.

Y esta noche voy a salir. Voy a dar un paseo como esta madrugada. Nunca había tenido tanto frío y nunca había estado tan en paz. "Anular capacidades", dijo. Eso intento. La capacidad de echar de menos o la de recordar. Por lo menos hasta que esto pase y pueda afrontar el dolor de activarlas otra vez. La teoría es perfecta. La práctica es lo que falla. No soy un robot y aunque lo intente, no puedo. Lo siento. No puedo.


Borradores.


A veces cuando entro aquí y veo el número de entradas, me asusto. ¿He escrito tanto? Luego recuerdo que más de la mitad son borradores y me tranquiliza. Tenerlos ahí es una red de seguridad para acordarme de lo mal que he llegado a estar. Tenerlos ahí supone cierto dolor de mí misma. ¿Pero cómo voy a reconciliarme conmigo si voy a borrar todo lo que no me gusta? Los necesito ahí para que me recuerden de dónde vengo. Los necesito ahí para volver a empezar. Leerlos y volver a decir "no, no te voy a borrar". 

Dice Ojos Azules que uso esto de terapia, que no está mal. A veces me da vergüenza que lo lea. Otras, sin más, me da pena. Luego recuerdo que ha vivido lo que escribo en tres dimensiones y me echo a reír. Qué gracia. Cuántas cosas en mi vida que son solo borradores. O porque los eché para atrás cuando salieron o porque nacieron ya así. Supongo que en cierta manera los borradores de mi vida son pequeños monstruos de esos que asaltan cuando llega la noche. Supongo que los borradores de mi vida nunca dejarán de ser eso, borradores. Supongo que los borradores de mi vida... Son tan parte de ella como las publicaciones.



domingo, 1 de diciembre de 2013

"No dejes de cantar."


Se te acerca, no le has visto en tu vida pero te coge la mano y te dice, emocionada: "he llorado mucho... Gracias. Tu canción me ha recordado mi niñez." Se va y sigues hablando pero le miras de reojo. No tienes tiempo de pensar en nada por que alguien te pone una mano en el hombro y te giras. Tampoco le habías visto nunca pero te planta dos besos, sonriendo. Suelta piropo tras piropo ignorando tu incomodidad y tu evidente sonrojo. Se queda a tu lado, te pide una foto. 

¿A mí? Sólo he cantado. No lo entiendes pero sonríes para la foto que te obliga a pestañear varias veces con su flash innecesario. Y entonces aparece él. Su americana cruzada, azul marino, limpísima, sin una sola arruga. Su chaquetón de cuero perfectamente doblado en su brazo. Su sombrero gris. Se lo quita y hace una reverencia. ¡Una reverencia! "Yo sólo quería presentar mis respetos. Ha sido espectacular. No dejes de cantar." Y se va y te quedas allí mirándole como si todo eso fuera un sueño o un error. 


jueves, 28 de noviembre de 2013

Casi culpable.



Ayer fue un día demasiado. Demasiado largo, denso, amargo. Noté cómo se me iba de las manos cuando supe la verdad. Igual que aquel estúpido cinco de octubre. Noté cada parte de mi sentido común gritarme que no podía. No podía, esta vez. No ahora. El dolor de la cicatriz fue el recordatorio. Si vuelvo a desplomarme será la última vez y no puedo. Se lo he prometido a ella. Así que lloré. Lloré como nunca porque al final es lo de siempre. 

Después Jota: "es mi niña, mi hija y no quiere verme así que la voy a querer a escondidas. Hasta que me vaya." Si eso no es cariño, ¿qué lo es? Así te quiero. Y no eres la primera persona. Aunque no estés, sigo queriéndote y eso me hace fuerte.



Voy a dejar de luchar contra el dolor. Voy a invitarlo a pasar y a tomar una taza de café o dos. Quédate, no tengo prisa. Eres todo el cariño que debería irse con quien se marcha pero te quedas conmigo para no dejarme sola. No voy a lucharte. Eres parte de mí. 

Y sí. Me he prohibido volver a sentarme hacia atrás en el autobús. Siempre pensé que mirar hacia adelante da miedo porque lo ves todo más y hoy que lo hice porque ya no tengo nada que perder, descubrí que me gusta ver más aunque de miedo. Y sí. He dado rienda suelta a mi aleatorio que hoy me ha tratado con cariño. Aún no puedo escuchar Believe in love de Scorpions pero, ¿qué más da? Quizá mañana pueda. 

He sentido ganas de decirle a alguien, "¿has visto? Mira qué fuerte soy." Sí. Porque hoy ni el dolor ni el miedo me han impedido nada. NADA. Hoy el dolor es un viejo amigo y no el objetivo en la mira. Y sí. He sentido un placer casi culpable por ello. Porque soy fuerte y porque voy a poder seguir aunque se vaya mi cuarto pilar. ¿Coja? Puede ser. Heridas de guerra. Sólo me hacen más fuerte y me recuerdan lo feliz que he sido. Lo que he querido. Y sí, puede que yo no sea nada más que esto, puede que no tenga nada más. Nada más que este trocito de fuerza pero ya es más de lo que pensaba que tenía. Ya es mucho más.

Sé que volveré a llorar porque el dolor cuando quiere, mata. Sé que volveré a querer y volverán a fallar. Sé que volveré a perdonar y que pretender no sufrir es comenzar a hacerlo. Sé que no voy a dejar de querer a quien se ha ido porque cuando quiero, quiero de verdad aunque el cariño no baste, te hayas marchado y no lo hayas entendido.



domingo, 24 de noviembre de 2013

Where you are.

Aún no sé qué pasa. Sigo temblando a ratos y no sé qué pasa. Sé que si no hablamos hoy, 24 de noviembre, será el primer día sin ti desde el 3 de junio. Y estoy... Estoy como el que cierra los ojos a la espera del golpe y ya le está doliendo, antes de llegar. Me he caído de la cuerda floja y en breves comprobaré si hay red de seguridad.  Juro que a veces me gustaría darme de guantazos por imbécil. Por haberte creído cuando me decías que me querías. ¿Me querías? Sí, claro. Por eso te piras. Como todos.

Quiero pensar que, como todos, mentiste cuando decías que para siempre como mentiste cuando dijiste que me querías. Porque si pienso que te vas por la razón que me has dado... No esperaba semejante cobardía. Porque eso es lo que es. Y menos de ti. No quiero pensar que eres tan cobarde porque tú me has hablado de valentía. Porque he sido fuerte contigo. No quiero pensar que estás haciendo esto por la razón que esgrimes porque eso sería lo más egoísta que he visto nunca. Y tú me has hablado de hacer siempre lo correcto. Contra viento y marea.  

 Mírame. Son casi las cinco de la mañana y no he pegado ojo. Otra noche más. "Como siempre, inolvidable," que dice la canción. Desde luego que lo es. Como todas las demás que he pasado así por ti. Sé que debería obedecer a quien está conmigo incondicionalmente. Que debería dejarte marchar así sin más. "No te mereces esto", dicen.  

Quizá siempre lo he pensado mal. Pensé que era yo la que no te merecía y, ¿sabes? Creo que no estabas preparado para tener a alguien como yo. A quien le da igual que le trates como basura. A quien le da igual los desplantes continuos, las malas formas. Was I out of line? Did I say something way too honest that made you run and hide like a scared little boy?

Es lo único que se me ocurre ahora pero no me tomes muy en serio. Estoy algo bebida y quizá mañana entre en razón y vuelva a pensar que tienes derecho a tratarme como lo que soy, lo que he sido. Un cero a la izquierda.  Ni siquiera sé qué hago escribiendo esto. Sé que probablemente lo borre mañana. O que lo archive en la lista interminable de borradores que son parte de mi historia y que nunca verán la luz. Sé que no sé si quiero que lo leas o no.

Sé que me odio por no ser fuerte para no pensar en ti, para encajar bien el dolor. Sé que enfadarme y odiarte es el camino fácil pero, ¿sabes? Ojos azules tiene razón. Soy fuerte porque no elijo ese camino. Porque decido perdonarte de antemano, poner por delante del daño todo mi cariño. Soy fuerte porque te quiero más que esto. Soy fuerte.
No sé a quién intento convencer que no sea a mí misma. No vas a leer esto, como no vas a hablarme hoy. De la misma manera que no vas a volver. Que te has ido y me he quedado aquí como la estúpida que he sido. Y otra vez, otra vez. Otro cariño ausente. Porque yo no dejo de querer cuando quiero de verdad, deberías saberlo. Yo me quedo. Siempre me quedo. Velando por ti aunque sigas sin darte cuenta. 

Hope it's nice where you are...   
And I hope the sun shines and it's a beautiful day,  
and something reminds you, you wish you had stayed. 
We can plan for a change in weather and time  
but I never planned on you changing your mind.



 

viernes, 22 de noviembre de 2013

Dash.



El ruido de las llaves y la puerta que se abre y se cierra me avisa de que ha llegado mi hermana. Finjo trabajar absorta mientras seco las lágrimas, abro mucho los ojos y me pellizco la nariz. Preparo en mi cabeza la excusa mental: "es el costipao este que se ha instalado pero bien." Al final no tengo que usarla. Ella va por la casa de aquí para allá. Se prepara. Me pregunta por mis planes a voz en grito. 

No. He decidido que hoy no iré al cumpleaños de Marta, no me encuentro bien.  Y entonces viene y cuando me mira, dos segundos, se echa a reír. No se lo traga. Ni lo del resfriado ni lo del pie, ni lo del estómago. Hago desfilar todo mi muestrario de excusas mientras ella se come un yogur y mira la tele. Hasta ese punto sabe lo que son. Cuando lo termina me mira. "Vas a ir. Aunque sea para enseñarles lo que has adelgazado." Es que no tengo ganas, confieso. "Ya." Se ríe otra vez. "Por eso tienes que ir." 

No dice nada más porque a ella no le van estas cosas. Tampoco tiene que hacerlo. "Y te voy a maquillar", sentencia.  Recuerdo las reglas de Reyes y me fuerzo a respirar. Si no dejo de hacerlo quizá salga de esta. 

Voy a dejarme llevar. Simplemente. Voy a llorar si necesito hacerlo. Voy a parar cuando no pueda más. Voy a respirar hasta que se vayan las náuseas. Voy a aguantar hasta que las cosas cambien o me haga más fuerte porque no puedo parar.  

Recuerdo a mi hermano cuando fuimos a ver los Increíbles al cine. Dash tiene el superpoder de la velocidad y cuando los malos le persiguen corre tanto que puede correr por encima del agua y mi hermano le preguntaba a mi padre: "¿por qué no se hunde?" Mi padre le contestó en voz baja: "va muy rápido. Tan rápido que puede usar el agua de apoyo pero si se para, se hundirá, ya verás." Y efectivamente, en la película sucede. Dash deja de correr y se hunde en el agua.   Así estoy yo. Si paro, me hundo. 

Por eso esta mañana cuando tenía la tentación de quedarme en la cama, como aquellos malditos seis, siete y ocho de octubre que ahora se antojan tan cercanos, me he forzado a levantarme. No puedo volver ahí. No ahora. Tengo medicinas que tomar, un horario, cosas que hacer. No puedo parar. No puedo hundirme. Si lo consigo o no... Ya veremos. 



jueves, 21 de noviembre de 2013

De cuando CASI me quedo sin café.



"Uy, uy, uy... ¿Qué ha pasado ahí?" La he mirado sin entender de qué me hablaba. "No te hagas la sueca. Ese de ahí ha estado a tres centímetros de tu cama." Sigo sin entender nada. Qué soez. Ese quién. Y... ¿Has venido sólo a decirme esto? Pues por lo visto sí. Se estaba refiriendo a un chico al que casi le tiro el café encima cuando me he girado para ir desde la barra a las mesas.  

Él se lo ha tomado bastante bien. Ha hecho un chiste que no he entendido sobre lo caliente del café y se ha reído. Yo he vuelto a mi mesa y he abierto el periódico pero sólo me ha dado tiempo a leer medio titular de portada porque mi querida compañera ya estaba delante mía con el uy, uy, uy. La he mirado como miraría a un especimen de algo extraño. ¿Que yo qué? ¿Que él qué?  

Pues que dice que él estaba ligando conmigo y no he podido hacer otra cosa que echarme a reír como hacía tiempo que no lo hacía. Reír a carcajadas. Las mesas más cercanas nos han lanzado alguna que otra mirada furtiva. ¿Conmigo? Me hace gracia. Tú necesitas cotilleo fresco y yo sólo quería un café y un periódico. Mi compañera me miraba sin saber si ofenderse por mis carcajadas o si reír conmigo. Le he facilitado la decisión diciéndole que ese chaval no estaba ligando, estaba salvando su camisa de una mancha de café.  

Ha insistido en que no. "¿Por qué no vas a por él?" Eso ya no me ha hecho tanta gracia. Nunca he entendido esa expresión de ir a por alguien. Es extraña. ¿Sabes? Nunca he hecho eso. No sé ni por qué te lo he contado. Nunca he ido a por alguien. Supongo que eso lo explica todo. (Aquí vendría un gigante equisdé que en una conversación oral no sé cómo poner.) Reyes me entendería. Y al pensar eso he vuelto a reírme. No me he dado cuenta de que con ese comentario he dado pie a cotilleos y conjeturas hasta Navidad, al menos. 

He sido plenamente consciente cuando compañera ha decidido que tenía que volver a su mesa, sonriendo con no se qué excusa de mercadillo. Suspiro y, cuando miro al frente, -¡cómo es la vida!- mi casi víctima me estaba mirando desde su mesa y me hacía una señal de reconocimiento con la cabeza. He tenido que morderme la lengua para no poner los ojos en blanco y echarme a reír.


martes, 19 de noviembre de 2013

A veces, cuando siento que no puedo.


A veces, cuando siento que no puedo, que ya no respiro, que no tengo tiempo, que me he equivocado de siglo, de vida y de lugar. Esas veces cuando todo se nubla. Quisiera volver a escalar hasta tu cama, trepando por un edredón que huele a ti.Volver a gritar tu nombre desde mi habitación, muerta de miedo, sabiendo que vendrías. ¿Te cuento un secreto? A veces no tenía miedo. Sólo ganas de estar contigo y que me contaras el cuento de Caperucita al que sieeempre le cambiabas el final. Porque, ¿cómo va a ser siempre lo mismo? Caperucita va muchas veces al bosque porque Caperucita se hace mayor como yo. 

Y ahora que Caperucita ya se pone tacones y sujetador, como las niñas mayores, lloro por ti. Te echo de menos. Cómo me cogías en brazos cuando me acercaba demasiado a las escaleras. Cómo apagabas cualquier fuego, echabas a cualquier monstruo, encendías cualquier luz. Cómo en la tormenta te reías de los truenos. Mira cómo se enfadan los ángeles cuando no nos portamos bien. Pero son tan buenos que no nos hacen daño: sólo envían ruido y agua. Y el agua es buena, decías. De ti aprendí a querer la lluvia. Dime que no dejarás de quereme. Ven por la noche a mirar debajo de mi cama. No me dejes de querer. 



lunes, 18 de noviembre de 2013

Me ves.


Diluvia. Camino cabizbaja, enfundada en una chaqueta que siempre fue demasiado grande. Con la capucha apenas se me ven los ojos. No es impermeable pero es gruesa y aun así siento frío. Guardo el móvil porque pf. Qué estoy haciendo. Entro y me quito la capucha, aliviada de poder estirar el cuello. No paro. Sigo caminando pero ahí está tu mano que me coge, un poco brusca, del brazo.  

"Eh. Sea lo que sea... Pasará." 

Joder, Jota, qué susto, ¿qué haces fuera de cafetería? Subía unos cafés a los jefazos, ¿y tú qué tienes, niña? Un costipao. Sí, y yo soy Lina Morgan. ¿No era rubia? No me cambies de tema, morena. ¿La rima te ha salido sola? Que qué tienes. No es nada grave. Mal de amores, ¿no? Culpa tuya, que me enamoras y te vas. 

Te ríes y me despeinas. Tengo que quejarme y protestar como una niña o no me dejarás marcharme. A clase, me dices. Otra vez, Jota, otra vez me salvas de mí misma. Tu seguridad, tu firmeza. Eres de carne y hueso. Me ves. No soy invisible porque tú me ves. Aunque sólo seas tú. 



El mar o tú.



Hoy no voy a hablar de dolor ni de esperanza, me lo he prometido. Te lo he prometido. Hoy voy a hablar de lo salvaje y perfecto que se pone el mar cuando llueve. De sus rugidos crueles. Hablaré de ese mar que también habla aunque en una ciudad como esta nadie lo escuche. El mar habla incluso cuando todos los demás se han callado. 

Voy a hablar de un mar abrumador al que la tormenta despierta y provoca, azuza y desata. De ese mar que no descansa, que no abandona, que aún llama. Ese mar indómito y enamorado. Enamorado de una tierra a la que no abandonará: y la deshace día a día en caricias, la arrulla noche a noche con su nana. Le susurra palabras de cariño, estoy segura. Un mar paradójico. Puede ser el más tierno amante y sin embargo, cuando se enfada nadie puede con él. Nadie puede contra él cuando se enfada. Todos le huyen. Un mar impredecible, poderoso y sin escrúpulos. Y ya no le importa la tierra ni nada. Es él y su rabia desbocada.  

Voy a parar esto aquí. Quería hablar del mar y sólo me sale describirte a ti.





jueves, 14 de noviembre de 2013

De luz y sal.



Nace en lo más crudo de la tormenta. Está hecha de ruido, de luz, de azul. Nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Nadie recuerda su nombre ni sus apellidos. Nadie conoce sus apetitos y nadie da nada por su destino. Y sin embargo ella va, viene, renace, desaparece, ríe, llora, se desvanece, cae, se arrastra, anochece.  

Nunca para. Sabe que si para, pierde. Sabe que si para, muere. Sigue adelante. No importa qué. Ella sigue. Incluso cuando quiere parar y piensa que no puede más. La tempestad es su naturaleza, es movimiento, no puede parar. Y es en ese baile a veces lento como un desierto, a veces rápido como un amanecer, que ella vive.  

Al pasar ve la quietud de los lagos, la parsimonia de los bosques. ¿Por qué no puedo estar en calma? ¿Por qué no soy así? Y maldice, cuando llora, su propio ser. Y envidia, cuando se cansa, y quiere no saber. Tiene días buenos como malos y peores. A veces sólo es día de mirar el cielo. Pregunta por qué pero sigue siendo de agua. Pregunta por qué pero sigue siendo de luz y sal. Pregunta por qué pero sabe que siempre lo será. 


 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Monstruos y cicatrices.


-Eso es... Cicatrizas bien, ¿sabes? 

A través de los guantes de látex aun puedo sentir sus manos frías, como las de todos los médicos. Qué curioso. ¿Cicatrizo bien? Quién lo diría. Se ríe. Te han hecho un desastre aquí... Ya. Suele pasar. Mis monstruos convierten mis heridas en desastres y me encargo yo de cicatrizar. Pero resulta que no es tan fácil cuando la herida no es física. Cuando no se ve y no puedo apretarla para tener la sensación de que deja de doler.  

La presión en el pecho es familiar. La sensación de ahogo. El latido de mi propio corazón, acorralado, cansado, agonizante, en mis oídos. Siempre la sensación de que está cerca el final. El miedo. Las manos heladas y temblando. Los párpados entumecidos, cansados de llorar, sabiendo que vuelven a necesitarlo. 

Sólo quieres que se acabe pero sigues ahí.  



martes, 12 de noviembre de 2013

Una noche horrible.


-Ha sido una noche horrible.
-¿Sí? ¿A dónde me he ido? ;)

No quieres saberlo. No quieres saber lo que pasa cuando llegan mis demonios y empiezan a jugar. Consiguen que sienta, que vea, que crea en lo que dicen. Suele empezar bien, como una escena idílica con un punto siniestro. Algo como la camisa de alguien que ríe manchada de sangre. Luego las cosas se tuercen.  

En mis sueños no sé hablar, sólo balbuceo y no me muevo con soltura, como si tuviera algún tipo de parálisis. En sueños me veo como soy, no la imagen que me devuelve el espejo. Veo esas deformidades, las cicatrices, todo. Y entiendo el rechazo. Quizá eso sea lo peor de todo. Que cuando suplico, ahogada de lágrimas, “no me dejes sola, por favor”, sé que no es justo. Que no tengo razón. Lo entiendo.  

Entiendo que te vayas, tú y los demás; pues “¿quién iba a querer a una bestia?” Por eso cuando me despierto aún tiemblo durante minutos que se hacen eternos. Hasta que las lágrimas se apartan y puedo ver que era un sueño. Pero… ¿Cómo va a ser un sueño? Los sueños no tienen sentido y esto sí. Los sueños no son tangibles y casi puedo jurar que esto sí.  

Por eso cada día empiezo de cero. Tengo que convencerme de que hay gente que me quiere, a pesar de todo, gente que me necesita y gente que está a mi lado. Por eso perdona si a veces necesito oírlo. Si me vuelvo pesada o gruñona cuando solo necesito parar y oír que no te vas. Que aún me quieres.  


lunes, 11 de noviembre de 2013

Vuelvo a empezar.



Ya no estás aquí y sigo obedeciéndote. Sigo fiándome de ti. Vuelvo a empezar, otra vez: hoy y cada día si hace falta. Hasta que sea capaz de ser fuerte, hasta que sea la persona que tú veías en mí. Siempre me he preguntado por qué me quieren quienes me quieren. ¿Sabes una cosa, yayo? No lo sé pero lo sabré. 

Perdóname por todas las veces que no quiero seguir. Perdóname por pedirte que vuelvas tantas veces. Perdóname por todas las veces que no soy valiente. Perdóname, perdóname, perdóname. Mira, ya sé quién soy. Soy Caperucita, la que cuando quiere, quiere tres veces y la que cuando se cae, lo hace hasta el fondo. Pero, ¿sabes? Ahora tengo a quién me saca de ahí. Y toda aquella oscuridad que está siempre al acecho se mantiene a raya porque hay luz. 

Pero estar en la oscuridad no es tenerte. Como salir de ella no es olvidarte. Volveré. Volveré siempre a buscarte porque estás cosido en mi alma como todos a los que he querido siempre y habéis tenido que marcharos. Be. Sindo. As. Mis ángeles. Se acaba hoy la "aventurera"; ya no soy ninguna niña y cada vez lo soy menos. Un final y un comienzo. Perdóname. Vuelvo a empezar. Voy a ser otra vez yo, la Caperucita de siempre.


lunes, 21 de octubre de 2013

Nuestra verdad



-Cuando estoy contigo no tengo miedo de nada.
-Pero estoy en Valladolid. Lejos.

Esta es nuestra verdad. Que tú no estás y yo te siento aquí. Que tú tienes miles de cielos y yo solo uno. No te preocupes. Ya me estoy acostumbrando. Supongo que es lo que hay. Que la vida es justo esto. Pero yo te he llamado hermano y he creído en tus palabras. No sé si me has mentido o qué ha pasado. Sólo sé que no sabes quererme o no quieres quererme de verdad. Cuando te necesito, no estás. Como ahora. Mírame. Espero que no tengas que arrepentirte nunca de no haber querido lo suficiente. Lo espero de verdad.




Querido papá:


Ha llegado la hora de comer. El escenario empieza a vaciarse. La primera parte del ensayo general ha terminado. El auditorio se queda en silencio, por fin. Todos salen, deprisa, muertos de hambre. No son mis amigos. Yo me quedo a esperarte. Tú aún recoges partituras, y cuando me ves, en primera fila frente al escenario esperándote, sonríes y me haces muecas. Como si aún fuera una niña.

Y entonces cuando por casualidad tus dedos rozan las teclas al recoger una partitura se te ocurre una idea y me miras, sonriente. Cuatro notas y ya la he reconocido. Cambias de melodía. Nuestro juego de siempre. Los técnicos van de aquí para allá por detrás recogiendo cosas pero apenas hacen ruido. Yo solo veo el escenario y en el escenario solo estás tú. 

Te sientas porque comer puede esperar. Poco a poco, reconocerlas no es lo importante. Tocas una y después otra. Ya ni me miras porque no hace falta. Tocas nuestras canciones. Las canciones de siempre. Las que siempre me has tocado. La banda sonora de mi vida. Los acordes llenan el auditorio. Sólo tengo ojos para ti. Todo el mundo debería verte tocar una vez en la vida, papá. No es lo que tocas es cómo lo tocas. Acaricias las teclas como si les pidieras su sonido y ellas, caprichosas pero enamoradas, contestan encantadas. 

Por ese escenario han pasado muchos de los músicos más ilustres del mundo y, sin embargo, el auditorio nunca había estado tan lleno de cariño. Eso es lo que tú haces cuando tocas. Tú quieres a la música. La mimas, la respetas, la sostienes. Es tu alma la que encuentra el camino hasta tus dedos para acariciar las teclas. Por eso lloro. Lloro por ti porque merecerías más. Merecerías ser feliz. 

Cada vez te absorbe más hasta que, de pronto, levantas las manos y la música acaba de forma abrupta. Sabes que si tocas una nota más puede que no te levantes nunca. Puede que no salgas de ahí. Y la vida sigue. Vamos a comer, anda. Tienes la mirada desenfocada como quién ha visto luz y de repente vuelve a la oscuridad. Quisiera saber adónde vas cuando tocas. Quisiera seguirte. Los años no perdonan.







miércoles, 16 de octubre de 2013

martes, 15 de octubre de 2013

Una tonta.

Ahora te toca a ti decidir. Y soy yo la que se muere por pedir perdón aunque seas tú quien se ha equivocado. Soy yo la que se muere por recuperarte aún a costa de mí misma. Escribo aquí lo que querría decirte. Sé que no lo leerás.
Querría decirte que aún te quiero, que te voy a querer siempre. Que no sé cómo he llegado a quererte tanto. Quizá porque llegaste en el peor momento y fuiste luz. Quizá porque tenía que ser así y como dice Garcilaso "yo no nací sino para quereros". Una vez te dije que daría años de mi vida por tenerte aquí y ahora. Por poder abrazarte. "Pues qué tonta", contestaste.
Eso he sido siempre. Una tonta. Una tonta que te ha querido hasta el final. Que te va a querer también ahora que te vas porque, cariño, intuyo que esta vez vas a decidir que ya no más.
¿Sabes? Te pediría perdón ahora mismo. Te diría que lo siento, que mira cómo estoy. Que te necesito. Que te necesito aquí. Lo haría y renunciaría a todo por ti. Porque no te fueras. Porque esa conocida sensación de terror de cuando te fuiste, ha vuelto. Creo que nunca se ha ido. Creo que esperaba agazapada el momento de volver.
Te buscaría ahora mismo para decírtelo pero si te vas es que realmente vas a ser más feliz así y yo no puedo ni siquiera soportar la idea de quitarte esa posibilidad. No puedo. Ojalá supieras la de veces que te he escrito párrafos enteros en mensajes que no envío. Ojalá supieras cuánto he llorado por ti esta noche. Por mí. Por no ser lo que necesitas en tu vida.
Y no. No tiene nada que ver con ese tipo de amor. Hace tiempo que ya no. Mi guardián, mi compañero. Eso quise que fueras. Aún lo quiero. Pero da igual eso. Da igual todo. Lo único que importa es que decidas ser feliz. Y yo empiece a asumirlo. Cuando te conocí eras "S. Lumberjack" y pensé, qué perfecta coincidencia. Cuesta creer que todo acabe así. Que a Caperucita se la vaya a comer el lobo porque dudo que pueda volver a ser la misma después de ti.
Nada queda por decir. Incluso estando rota te recordaba que te quería. Te lo he dicho siempre y en realidad, dándotelo todo no he pedía nada a cambio. Te lo he dado tan de corazón que por eso ahora no me siento mal pagada. No te siento en deuda.
Tú tenías razón: no se elige a quien se quiere. No te elegí pero decidí dártelo todo. Mi niño, mi bebé, mi cariño. Que la suerte te acompañe y que seas muy feliz.

domingo, 13 de octubre de 2013

Respira.



He pasado toda la noche obligándome a respirar. He vuelto a llorar. Exactamente igual que hace una semana. Hoy ya no me creo más nada de lo que digas. No me creo que me quieras. Puedo creerme que no quieras hacerme daño porque a pesar de todo, sigo creyendo en las personas. Pero, ¿que me quieras? No, lo siento, eso ya no me lo creo. Ya no. 

Ya ha amanecido así que ya es hora de dejar de llorar. Se ha acabado. Hasta aquí llega el tiempo que me doy o volveré a caer. Aunque en el fondo, no sé si en algún momento he llegado a levantarme. Voy a racionalizarlo todo porque me lo pidió el psiquiatra de ojos azules. "No te fíes de lo que sientes ahora que estás mal." 

¿Qué hago ahora? Ahora que he descubierto que no te importo. Aunque en realidad creo que hay partes de mí que lo sospechaban. No importa ahora. ¿Qué hago? 

Debería pedirte que te vayas. En verano me hiciste creer que me querías, que me necesitabas y ahora duele saber que no. Duele que estés aquí y te de igual. Debería pedirte que te vayas porque si has vuelto no por mí, si no por hacer lo correcto... No quiero tu piedad. No quiero ser el "estoy porque es lo correcto". Debería pedirte que te fueras porque lo que quiero es que me quieras y eso no se ha dado. Pero, ¿seré capaz? Es evidente que no. Yo sí te quiero, tú a mí sí me importas, yo sí te necesito, a pesar de todo. 

Dice mi hermana que antes de ayer me oyó hablar en pesadillas. Suplicaba, dice. "Quiéreme, por favor, quiéreme, no te vayas." Se burla de mí por lo del "quiéreme", haciendo broma ahora. Dice que parezco uno de esos muñecos lastimeros que quieren que los cuides. Supongo que tiene razón.

Hoy mi madre se ha levantado gritándome, continuando la bronca de ayer. Pero hoy era distinto. Hoy no puede hundirme más porque ya vuelvo a estar en el fondo. Después de esta noche, no puede hundirme más. 

¿Y todo el esfuerzo por volver que estoy haciendo? ¿Y todas las cosas que hago intentando curarme, volver a ser la misma... Por ti? "Vuelve. Por favor." ¿Por qué? ¿Es demasiado para tu conciencia? ¿Es eso? Pues sí. Me has destrozado pero ¿y qué? Ya te he perdonado. Hace tiempo. Y de verdad. Ojalá pudiera arrancarte el sentimiento de culpabilidad que te hace estar aquí, que te ha hecho volver. Te lo arrancaría para que fueras libre de marcharte y ser feliz porque, después de todo, ya lo has hecho una vez.

¿Qué hago? Dímelo tú. ¿Qué hago? Dame una razón para seguir intentándolo. Para seguir intentando curarme, volver, ser yo otra vez. 

No hay respuesta. No hay razón.

La voz de mi parte más cabrona no deja de repetir que no me quieres. Que nunca me has querido. Cuando decías "te necesito" no era de verdad. Y ya no tengo argumentos para acallarla. 

Voy a ponerme a trabajar hasta que me olvide de quién soy. Así quizá olvide el dolor. No tengo el valor para pedirte que te vayas. Que dejes de sentirte culpable. Que hagas lo que realmente quieras y seas feliz. Esperaré a que te canses. A que te des cuenta de que no vale la pena tanta culpabilidad y te marches. Si lo voy asumiendo desde ahora, cuando llegue el momento te seguiré queriendo pero ya te habré llorado. 






sábado, 12 de octubre de 2013

Una vez más.


Hoy has vuelto a hacerme daño. Sé que es sin querer, que no era tu intención. Y, sin embargo, después has sabido que estaba mal y te ha dado igual.

Has dicho que no, que ojalá pudieras hacer algo. Pero podías. Podías estar aquí. Cualquiera de tus palabras hubiera servido. Cualquiera que demostrara que te importo aunque sea un poco.

Tú eres la razón de que esté forzándome a mí misma a volver. Por ti me estoy empujando a Caperucita y a tantas cosas que hacen daño... Y ni siquiera te importo de verdad. Ni siquiera te importo lo bastante para estar ahí cuando estoy mal. ¿Por qué has vuelto entonces? ¿Te sentías culpable y volver fue la manera de aplacar tu conciencia? ¿Es esta tu manera de hacer lo correcto? Entonces, en esta ecuación, yo soy lo de menos. Así, ¿cómo voy a dejar de tener miedo de que te vayas? ¿Cómo voy a volver a confiar?

Acabo de darme cuenta de que te he convertido en el "Tú" de mi vida. Y quizá ese haya sido mi error. Quizá no quieres que te quiera, quizá te estés aburriendo de todo esto. Así son las cosas, supongo. Te he dado un lugar en mi vida tan enorme, tan adentro, que cuando no estás, el vacío es demasiado grande. Casi tanto como yo. Como siempre, es culpa mía. Una vez más.

viernes, 11 de octubre de 2013

"Vuelve. Por favor."


"Vuelve. Por favor."

Y de un momento a otro me he descubierto llorando. Llorando de amor, de puro cariño. He vuelto a sentir. Un dolor punzante y agudo, también. No sé si este se irá algún día. Todo lo que sé es que quería volver. Quiero. Y, por primera vez, tengo una razón.

He pensado mucho, de repente, volvía a pensar con claridad. Quizá volviendo a Caperucita. Sé que va a doler y lo acepto así, de cara. Curioso. Yo, que siempre rehuyo el dolor. No esta vez. No voy a dejar de intentarlo. 

Seguramente Tú seas la razón equivocada. Porque cuando te vayas volveré a caer. Seguramente debería hacerlo por mí y todo el rollo. Puedo oír lo que me dirían mis "superamigas" de esto. Pero lo he intentando y si lo hago por mí... Creo que te quiero más que a mí. Aunque suene gracioso. 

Mientras tanto voy a obligarme a no pensar en verte marchar otra vez. Voy a limitar eso a las noches, a mis pesadillas que ya son suficiente de por sí. Antes, por la mañana, estaba desesperada por eso he escrito lo que he escrito. Desesperada porque no tenía fuerzas para seguir buscándome.

"Vuelve. Por favor." Tres palabras y esta soy yo buscándome a mí misma. Me voy a encontrar porque una vez te dije que te bajaría una estrella con tal de verte feliz. Sigo pensándolo. Y si un día dejo de hacerte feliz pues... No quiero pensarlo. 

I will never let you fall. 
I'll stand up with you forever.
I'll be there for you through it all. 
Even if saving you sends me to heaven.

Por cierto. No escuchaba música desde el viernes pasado. Hoy he vuelto a hacerlo. La primera que ha salido era Send me an angel. 









A vosotros.


 
Quiero que se acabe todo ya, no creo que aguante mucho más. Hoy he vuelto a llorar de miedo. Sigo traicionándome a mí misma. Yo no debería estar así. Yo debería ser feliz. Pero aquí todos prometisteis que para siempre y una mierda. Una mierda. A ti es a la única que perdono, ojos verdes. Aunque quizá también te habrías marchado. Y a David. Que por lo menos tuvo la decencia de no prometerme nunca que siempre estaría conmigo.
 
He pasado la vida creyendo que os ibais porque yo no era lo suficiente. Lo suficientemente lista, lo suficientemente divertida, lo suficientemente digna de ser querida. He acabado con eso. Quizá el único que sigue aquí después de todo tenga razón y no sea culpa mía. Quizá es que no hablamos el mismo idioma y vuestro "siempre" sólo significa "mientras me apetezca". Quizá el único que sigue aquí después de todo tenga razón y no debería dejar que volvierais cuando os da la puta gana.
 
Porque hace tiempo que dejé de ser la "muñequita preciosa" de mi gran diablo y no lo seré de nadie más. No soy el accesorio de nadie. No me alejas y me acercas cuando te da la gana. O me quieres en tu vida o no. Pero nunca fui de medias tintas, así de limitada soy y qué le voy a hacer. Vivo conmigo así que más vale que haga las paces con cómo soy.
 
Hoy lloraba de miedo y después sólo de rabia. Porque yo no debería tener miedo. No sabéis lo que es. No tenéis ni puta idea. El miedo constante de perderos. El miedo a estar sola. Gracias. Por convertirme en una persona que llora de miedo. Por todas y cada una de mis pesadillas. Gracias por mentir o, simplemente, por cambiar de opinión. Por nada, en realidad.
 
Al fin y al cabo, mi gran diablo tenía razón. Mi mayor defecto es que soy una egoísta. Me creí cada "te quiero", cada "para siempre" porque era lo que más me convenía. Lo que quería creer. Así que después de todo, supongo que tengo lo que merezco.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Jota.


"¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?" y su mirada inteligente sigue a su voz rasgada. Tanto, que el mismo Sabina no tendría nada que envidiarle. Me hace gracia. No ha cambiado su manera de saludar en años. Creo que viene bien que haya cosas que no cambien. Son esas cosas las que nos salvan cuando todo nuestro mundo se ha ido al carajo.

El tatuaje que cubre su cuello se arruga cuando ladea la cabeza. "¿Qué va a ser, niña?" Un agua, Jota. Se da la vuelta y cuando la tiene en la mano hace malabares con ella antes de dejarla en la barra. Sonrío porque sí.
 
Me coje de la barbilla, como siempre. "Vaya ojeras, ¿no? Eso huele a mal de amores... ¿A quién reviento, niña?" Ahí me hace reír porque lo dice tan serio que si le oye alguien, lo vuelven a meter en la cárcel. No, Jota, sólo es que estoy pachucha. Porque contestar a la pregunta quizá requiera contarle toda mi vida. Lo que es mi vida. O en lo que se ha convertido.

Bromea con mi supuesto mal de amores. Sabe de mi pasión por George Clooney: "a ver, ¿qué tiene él que no tenga yo?" Dinero. "Eso es verdad, qué mamonazo." Y nos reímos aunque sean las mismas bromas de siempre y sigan teniendo la misma estúpida gracia que la primera vez.
 
"¿Y tus labios rojos, niña?" Hace tiempo que no, Jota. Pronto hará un mes que no. Le pellizco el brazo tatuadísimo cuando cojo el agua y él intenta quitármela, jugando. Ronda los cincuenta años y tiene más ganas de vivir que yo. "Ay, por Dioh, si te contara cosas de la cárcel..." Su frase recurso. Me hace sonreír. No cambies nunca.
 
Tengo que volver a clase. Me despido con la mano. "Y ni se te ocurra volver por aquí sin tus labios rojos, niña." Sonríe tanto que se le ve el agujero de la muela que le falta. Me pongo firme y le hago el saludo militar. Se ríe y hace el amago de tirarme el trapo que lleva colgado del hombro. Gracias, Jota.
 
 
 
 

jueves, 10 de octubre de 2013

Hacerme esto.




Mi subconsciente no deja de traerme a la cabeza canciones que no puedo escuchar, el muy cabrón. Hoy he vuelto a caer. No contestaba y he subido la conversación. La he subido porque cada vez es más fácil. La he subido hasta aquel fin de semana perfecto y ese lunes desgraciado. Cuántas veces le pedí perdón. Cuántas veces le dije todo lo que significaba para mí. Y el martes... David no tenía que haber dicho nada. Por eso me enfadé. 

Por culpa de David, cuando hablaba conmigo se puso a hiperventilar. Me he recordado sola en el hospital llorando. He vuelto a ver a la enfermera que me pinchó cuando me dio el ataque de ansiedad. Se me antojó el mismo demonio porque no me dejaba salir de la cama. Y yo quería salir porque necesitaba asegurarme de que él estaba bien. Porque todo era por mi culpa. Y los días de después. Dijo que me había perdonado pero... Dios. Yo lo creí. Como creí cada palabra. 

Supongo que siempre he sido fácil de engañar. Si no fuera porque, de repente, vuelvo a ser una Caperucita acojonada, me haría gracia. ¿Vivir es una gran aventura? Qué paradoja. Yo no soy una aventurera. Yo quería la vida en La Comarca. Paz. Que es lo que diseña Alicia para mí. Casa blanca, cortinas amarillas. Yo no quiero sufrir, diga lo que diga el psiquiatra de los ojos azules. No quiero tener miedo y lo tengo. Debería alegrarme sentir algo, después de todo. Pero hubiera querido que no fuera miedo. Miedo a todo. A todo no. Miedo a que se vaya. A que no me quiera. A que, en realidad, nunca lo haya hecho y yo me haya creído que sí.

Porque al final eso es Caperucita, ¿no? La niña tonta que se cree todos los cuentos. Qué paradoja tan jodida y tan auténtica. 





miércoles, 9 de octubre de 2013

Pf.



Me cuesta horrores fingir delante de los demás. Delante de mi familia ya ni lo intento. Ya dan por hecho que estoy mal de la cabeza y me dan por perdida. Con la gente de la universidad... Poco me importa a estas alturas lo que piensan de mí. Pero con mis amigos, que aunque estén lejos, lo son... Soy incapaz de seguir las bromas de siempre. Como si me fuera más lento el cerebro. Más de lo normal. Eso me angustia y creo que la angustia precisamente me bloquea más. Debería parar el círculo pero no puedo. Por eso tomo las decisiones que tomo. No quiero estar así. Ser yo dolía pero así no soy yo. 

Quizá no vuelva a verte nunca. ¿Quién soy? ¿Lo sabré algún día si te vas? Quisiera decir tantas cosas. No puedo. No salen. Y me siento culpable. Debería ser capaz. Pero aún tiemblo de miedo cuando pienso. ¿Pasará alguna vez? Necesito que se acabe. Quiero sentir algo. No quiero hablar con quien debo porque sé qué me dirá. Que no debí dejarte volver. Pero, ¿por qué no? Debería dejar de pensar. Antes era fácil porque podía limitarme a actuar en función de lo que sentía pero ¿y ahora? Ahora que no siento nada mis pensamientos son el último refugio, aunque sean lo peor que puedo hacerme.










Parches.



El doctor García tiene las manos heladas pero siempre las ha tenido igual. Me trata desde que era un bebé y me guarda tantos secretos... De esos que nunca le contaré a nadie.

Desde que tengo uso de razón lo recuerdo con su nariz aguileña mirándome desde detrás de su escritorio por encima de esas gafas sin montura. Hoy tiene la nariz colorada porque los médicos también enferman. Después de mirarme la garganta, haciéndome sacar la lengua como cuando era pequeña, me dice que no me preocupe de la sangre como quien lanza un piropo. Cuando se sienta parece muy cansado.

"No sé qué voy a hacer contigo, Isabelita. Puedo dedicarme a poner todos los parches del mundo pero, ¿sabes una cosa?" Sigue hablándome como si tuviera tres años. Se inclina sobre la mesa como si me fuera a contar un secreto. "Si cualquiera me oye, me despiden. Pero nosotros somos responsables de muchos de nuestros problemas de salud. Tus dolores de cabeza, la tos, los temblores, la fiebre..." Enumera todo lo que me ha tratado este último mes. 

"Deja de castigarte. Los parches son solo eso. Parches. Te doy estas pastillas para que deje de doler. Pero volverán si no te relajas y dejas de castigarte por todo." No me lo dice a mal. Puedo distinguir el cariño en sus ojos como cuando le dijo a mi madre que su pie no se volvería a arreglar nunca. O cuando le dijo a mi padre que esa mancha en la piel no era normal.

He salido de allí y necesitaba respirar y no me acordaba. Ya he llorado hoy una vez, por cosas más importantes que las palabras de un médico. Quizá por eso ahora no me sale. Y me he sentado a respirar y lo único que oía era mi propio corazón retumbando en mi cabeza como si quisiera avisarme de algo. Casi sonrío. Mira, no sientes nada pero estás viva, chata. Algo es algo. Cuando se lo he contado a Alicia se ha reído. "Exacto." Ya que no sabemos nada, aferrémonos a eso.










martes, 8 de octubre de 2013

Querido Tú:



Escribo esto como si lo fueras a leer y la sola idea me produce miedo y alivio a la vez. Lo escribo porque me fío de la persona que me soporta a todas horas, quien me encontró cuando estaba perdida.

Quería decirte que siento todo lo que ha pasado. Lo siento sobre todo porque no sé si algún día volveré a estar bien. Es demasiado dolor en muy poco tiempo. Hoy puedo decir con certeza que este fin de semana ha sido el peor de toda mi vida. Pensaba que no se podía sufrir tanto. Que no es humanamente posible y, ¿sabes? Me equivocaba.

Las medidas del dolor siempre son relativas. No puedo ponerlo en una cantidad, decirte una magnitud. Sólo puedo explicar lo que yo he vivido. He pasado cerca de cincuenta horas sin dormir de puro dolor. De puro miedo. Y aún así creí que lo mejor sería dormir y no despertar nunca. Gracias a Dios esta vez no tenía cerca la medicación ni nada que pudiera hacerme más daño del que ya llevaba dentro. He pasado las horas llorando sin parar. Llorando tanto que me daban accesos de vómito. No sabes la de veces que en dos días perdí la noción del tiempo tirada en el suelo del cuarto de baño. Ella, Alicia, no me dejó sola ni un segundo desde que lo supo. Me pedía que comiera pero yo no quería y no podía. A veces lo hice sólo por miedo a que ella también se fuera.

Te habías ido y yo me había quedado a las puertas del "para siempre" que nos habíamos prometido.Te habías ido. En menos de un año pierdo a mi mejor amiga y luego a la persona que me salvó la vida después de aquello. A ti. Y la segunda era por mi culpa. No sabes la de veces que he deseado que me pasara algo horrible. No sabes cuánto he llegado a odiarme.

Creo que lo peor que pudiste decirme era que te había hundido. Sé que lo hice. Y eso era aún peor. Hacerte daño a ti. A ti. Cuando había removido cielo y tierra para verte. Lo di todo. Hasta tal punto que este fin de semana me había perdido a mí misma. Ni a mí misma me tenía. 

Confieso que ha habido momentos en que he querido odiarte sólo para que doliera un poco menos. Porque tú eras feliz sin mí y yo me consumía de dolor. Soy así de cobarde. Cuando pensaba sólo en mí hubiera querido que sintieras el daño que sentía yo... Y entonces me acordaba de ti y sabía que por protegerte de este dolor habría dado media vida. Tú sabes la de cosas que he hecho por protegerte, por cuidar de tu corazón. Y tantas otras que no sabes y no te diré. ¿Iba a dejar de hacerlo aunque me muriera de dolor?

No sabes lo patética, minúscula, insignificante que me he llegado a sentir viéndote bien con los demás. Me he odiado por ser una causa de dolor para ti. Figúrate la paradoja: tú estabas bien mientras yo me ahogaba en mi cama culpándome por haberte hecho daño.

Y luego me escribiste la madrugada del domingo. Te contesté y no tuve respuesta. Por la noche el sentido común perdía la batalla y volvía a espiarte. Feliz. Creo que ahí fue cuando me rompí. Ella, Alicia, lo sabe. Dejé de hablar. Mi madre me zarandeaba intentando que reaccionara y todo. No dormí aquella noche. Lloré hasta que me dolieron los ojos y después nada. Nada.

Me sentía de corcho. Aún me siento así. Hablaste. Dijiste que querías seguir y no supe qué sentir. Creo que aún no me lo creo. Volviste cuando estaba "asumiendo" cosas. Dijiste que me perdonabas. Preguntaste que si tan mal estaba, que si te necesitaba de verdad. ¿Y sabes qué pasó? Sonreí. Fue casi un acto reflejo. No fue una sonrisa bonita. ¿Cómo explicarte que te has ido y me he vuelto loca de dolor? Hasta ella llegó a tener miedo por mí la mañana del lunes. Miedo de que se me hubiera ido la cabeza. Pregúntale.

Que me preguntaras eso... No lo has entendido aún, ¿verdad? Fue lo que pensé. No has entendido que entrego mi cariño a muchas personas. Mi amor a sólo unas pocas. Y que cuando quiero, quiero de verdad. Hasta el final. No te lo puedo haber demostrado más y eso tienes que saberlo. Te hubieras ido para siempre y yo te hubiera querido toda mi vida. Como la querré a ella pase lo que pase. Dicho esto, si quieres irte vete ya. No voy a soportarlo dos veces. Y aún a pesar de todo el dolor...

No pensé en decirte que no ni un segundo, cuando quisiste volver. Ni un segundo. Pero el miedo hacía estragos y temblaba. Aún tiemblo a ratos. Aún hay tics que no puedo parar. Todo desde este fin de semana. Dicen que Dios perdona siempre, los hombres a veces y la naturaleza nunca. Así tengo mi cuerpo, que parece que esté enferma: descontrolado de tics, temblores y demás.

No me atrevo a darte los buenos días. No me atrevo a decirte las cosas que te decía por mi estúpido complejo de madre. No me atrevo a decirte esto a la cara. No me atrevo a creerme que quieras seguir aquí. No me atrevo ni a pensar que esta vez sí sea para siempre. No me atrevo a decirte que te quiero.

Te pedí que tuvieras paciencia pero no sé si entendiste por qué. Te lo pedí porque después del domingo por la noche ya no sé nada. Ya no me creo nada. No sé qué quiero. No sé qué siento y quizá lo peor de todo es no saber qué sientes tú. No sé si me quieres. No sé lo que sientes, no sé si te tengo o si no.

Siempre creí en lo que me decías. Siempre he creído que me querías porque solías decirlo así. Y yo he sido tuya siempre. Y de repente eres feliz sin mí y yo te he hecho el mayor daño de toda tu vida. Ya no sé qué creer. Casi me cuesta creer que ella, que Alicia me quiera de verdad. Y lo creo porque sigue aquí cada día y me lo recuerda y me lo repite. "Te quiero, bonita." Dice a cada rato. Por eso te pedí paciencia. Porque voy a tardar en curarme y creer, si es que lo consigo.

Nunca he querido hacerte daño. Y si no te digo esto a la cara es por eso. Y si no he querido que ella hablara contigo es por lo mismo. Ojalá lo entiendas. Ojalá el verme distinta no te aleje. Y ojalá estés donde quieres estar. Después de todo, aún en lo peor de mis noches, el dolor no era en balde. Tenía sentido porque tú eras feliz. Me estaba volviendo loca de dolor pero tú eras feliz.

Lo creas o no, nunca he querido otra cosa que tu felicidad; desde el momento en que te conocí. Y aunque ahora mismo no sepa nada, sé que nunca voy a desear para ti nada menos que lo mejor. Y cuando digo nunca es nunca porque cuando digo siempre, es siempre.








Nada.



Eso es lo que siento ahora. Nada. De repente un gran pánico, una oleada de rabia, un golpe en el estómago. Ganas de llorar. Y, por debajo de todo eso, una gran nada. ¿Qué me ha pasado? Qué desagradable no sentir. Como si no estuviera viva. ¿Se puede morir de dolor? Perdida. Como si no fuera yo nunca más.

Y tú. Me tratas como a una extraña. No hay esas palabras de cariño que había. ¿Lo estás haciendo por compasión? Porque si es así, no la quiero. Quiero que me necesites o que te vayas. No se puede querer a alguien a partir de la piedad. No quiero tu piedad. Quería tu cariño. Sólo eso y no está.

Esta mañana tenía miedo de saludarte. Miedo de no saber quién eres hoy. A quién me voy a encontrar cuando te hable. Y al final, eres el tú de ayer. Sin cariño de por medio. Un diálogo frío, como dos conocidos. El diálogo que podría tener con cualquier otra persona. Y no me atrevo a decirte que te quiero porque aún duele demasiado. No me atrevo a mirar tu foto y no me atrevo a buscarte. Aún duele demasiado. Has venido a tapar una herida que aún no había acabado de sangrar y ahora no sé cómo tengo que sentirme, cómo tengo que pensar. 

Las pesadillas siguen ahí. Te vas. Vuelves. Te vas. No me quieres. ¿Me has querido de verdad alguna vez? Ya no sé nada. Tengo ganas de llorar y me faltan lágrimas. O fuerzas. ¿Eres consciente del daño? No puedo ser la misma aunque quiera. Aún es pronto y tú no haces nada para que confíe... ¿Porque no sabes o porque te da igual? 

Y me preguntaste si tan mal estaba. Si te necesitaba de verdad. Seguro que te parece ridículo tanto dolor. Una exageración. Después de todo, apenas hace unos meses. La persona que más me conoce en el mundo suele decir que mis medidas no son las de la gente normal. Dice que es como si yo tuviera tres corazones. Dos más que el resto del mundo. Que cuando quiero, quiero por tres y cuando duele, duele por tres.

Ojalá pudiera arrancarme los que sobran y querer menos. Ojalá. Pero, ¿sería yo entonces? Sólo sé que quiero sentir algo y no sé ni por donde empezar. Quiero saber si me quieres. Que me quieras o te vayas. Aún no me creo que estés aquí. Así que si te vas ahora ni siquiera se reabrirá la herida. Ya está ahí.








Para Alicia



"I need you here, Little Red. https://www.youtube.com/watch?v=vl8Qv9Ump3s Hold on baby."


"Ahora lloro yo", decías. "Porque no tengo a nadie así." A nadie que se quede pase lo que pase. A veces me cuesta creerlo. ¿A nadie? ¿Tú? ¿Qué clase de ceguera existencial hay que tener para no quererte cerca? Yo no la tengo. Me gustaría escribir algo precioso, como lo que escribes tú. Me gustaría asegurarte que yo no me voy. Que lo he hecho con otras personas. Gente que sí se ha ido y yo seguía aquí. ¿Cómo no hacerlo contigo que cuando estaba abajo estabas conmigo? Te lo dije una vez aunque lo formulara mal. Si volviera a nacer, querría ser como tú. Así me gusta más. Es curioso. Alicia, que es la que se pierde, es la que me encuentra. Si te doy las gracias me dirás que no te las de pero si ahora mismo siento algo, es esto. Gracias.




lunes, 7 de octubre de 2013

No voy a llorarte más.


No voy a llorarte más. Se acabaron las lágrimas, los vómitos, la rabia, el dolor. Se acabó. No voy a llorarte más porque no puedo. Si te lloro más, me voy a perder. Gracias, por el mayor dolor que he sentido en toda mi vida. Si salgo de esta, algún día, quizá me de cuenta de que esto me ha hecho más fuerte. Si salgo, algún día.

Quién eres tú, me preguntaste una vez. Soy la que pierde a todo el mundo. Ya he crecido. Ya soy mayor. Antes solía pensar que todos tenemos derecho a ser queridos. Ahora ya sé que todos no. Perdí a mi mejor amiga, la única persona que no se ha ido. Seguiría aquí si la vida la hubiera dejado. Ella no se fue por mi culpa. Ahora te he perdido a ti y esta vez sí lo es. 

O no. O quizá él tenga razón y sólo te has echado atrás al ver que lo que yo decía era verdad. Al ver que era para siempre. Me atrae la idea de poder librarme de la culpa pero no nos engañemos. Aunque, sin querer, te hice daño. Y es lo que no puedes perdonarme. 

Quizá te tenía en un altar y te has caído. Pensé de ti lo mejor. No vi que tenías defectos y cada vez que me has herido porque sí, cielo, lo has hecho, tantas veces que ni siquiera te has dado cuenta de la mitad, te las he disculpado todas. Todas y cada una. Tengo la suerte de que a mí me enseñaron a perdonar de verdad. Yo me he sentido totalmente perdonada varias veces en mi vida. Por eso puedo perdonar pero perdonar de verdad. Completamente. Tabula rasa.

Y voy a necesitar sentirlo otra vez. Aunque no venga de ti, aunque ya nada venga de ti. Y estas son las últimas lágrimas que te dedico. Si sigo llorando no voy a poder. Y quizá tú no. Quizá tu nunca. Pero hay quién me necesita, ¿sabes? Me refiero a de verdad. Hay quién me necesita bien. Y si sigo así voy a perder la cabeza de dolor. Aunque, después de todo, puede que ya la haya perdido.

No me digas adiós, te pedí una vez. Te lo pedí porque adiós significa que te vas y no soportaba la idea. Esa que ahora es realidad. Te lo digo yo porque ya te has ido. Adiós, mi sol, que encuentres a quién te quiera como quieres y que seas muy, muy feliz.

Mi mayor miedo.


Ser prescindible, fácil de olvidar. Es exactamente lo que estás demostrando que he sido. Por eso ya no quiero dormir. Por eso no quiero pensar. Porque, ¿cómo puede seguir todo como estaba si se ha acabado lo que me daba fuerzas para continuar? ¿Cómo voy a hacer mi vida como solía? 

Solía acabar el día pensando: es una mierda, pero le tengo. ¿Y ahora? Dímelo tú. ¿Cómo? Quiero bajarme del mundo ahora mismo. Que se acabe este dolor porque no puedo más. Que termine todo. Que se acabe. 

Es curioso. La que dijo de irse fui yo y tu dolor me hizo quedarme ignorando y haciendo a un lado a mí misma y a mi dolor. Ahora que tú decides irte, mi dolor sigue aquí. Mi dolor ha empeorado. Y a ti te ha dado igual. 

Y ni siquiera puedo mirarme a la cara porque mi reflejo me echa la culpa. Me ignoré a mí misma por intentar salvarte de tu dolor y ahora sólo me tengo a mí. Dime cómo voy a perdonarme. Dímelo tú.



jueves, 3 de octubre de 2013

El tiempo que me doy.



No perdono a la muerte enamorada
no perdono a la vida desatenta
no perdono a la tierra ni a la nada.

Ojitos verdes, mírame. El dolor de no tenerte me dobla. Te echo tanto de menos que a veces creo que te veo y luego no eres tú. Hoy he ido a ver el mar. He ido por ti. Aún te busco donde solías estar. He visto ese estúpido wok takeaway. ¿Cuántas veces que comimos esa basura? ¿Me crees si te digo que no recuerdo por qué? 

No puedo decir nada que no sepas. Porque lo sabes. Sé que lo sabes. Hoy el mar llevaba tu color. Lo has vestido tú para que yo lo viera. El mar me daba paz. Como cuando tú decías: "no va a pasar nada malo, ya lo verás". La misma paz. El mismo color. ¿Sigues cuidándome? Si el mar es tu mensajero, mi regalo te lo llevan sus olas. Sé que te encantaba. 

Perdóname. Perdóname. Y cuando lo hagas, ayúdame a perdonarme. Gracias por el ángel que has mandado en tu lugar. No habría podido sola. Sigo guardando tu secreto. Voy a seguir adelante, escarola. Ayúdame con el dolor. No puedo calmarlo yo sola. Ayúdame a seguir. Cuando den las 00:00 de hoy, se terminó. Este es el tiempo que me doy para llorarte. Este es el tiempo que me doy para llorarnos. Después de todo, siempre fuiste yo. Siempre fui tú. 

Goodbye, April Lady. 






miércoles, 2 de octubre de 2013

Tres veces tonta.




¿A dónde has ido, niña tonta? Que te has perdido y ahora no te encuentras. ¿Dónde estás? Tu mayor temor era ser una sombra de nuevo y mírate ahora. No eres ni el reflejo de una sombra. Has vuelto a caer. Esta vez con más fuerza. Una Caperucita tonta que no le ve las orejas al lobo. Lo sabías. Te lo dije. Todos lo dijeron. ¿Y qué vas a hacer ahora con los restos de ti misma? ¿Qué escultor va a querer tu barro estropeado? Y sigues esperando, cabezona. Tonta. Has vuelto a darlo todo. Dos veces tonta. ¿Le viste bien? ¿No sabes que la vida no va así? En qué estarías pensando. Bravo. Ya tienes otra gran ausencia en tu vida. LA gran ausencia. Porque el vacío que deja es exactamente el espacio que le diste en tu vida. ¿Te extraña sentirte ahora vacía? Ingenua. Tonta. Tres veces tonta.