jueves, 6 de enero de 2011

Feliz Navidad...

Día de reyes.


Son las 01:00 am del 6 de enero. Nueve grados bajo cero. Sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente, han estado entregando en persona los regalos a tres niños con cuyos padres tenían un pacto previo. Estos reyes con sus tres pajes están intentando ganar algo de dinero para ayudar con la financiación de sus estudios universitarios.


La furgoneta en la que van se ha parado en un semáforo. Y ven en la esquina de en frente un soldado que hace su guardia ante un gran pórtico. Sufre el choque de corrientes de aire por eso esta embozado en una bufanda calada hasta los ojos y da saltitos y pasos cortos de un lado a otro para poder soportar el frío.Y de pronto la furgoneta arranca. El soldado se queda quieto para verla pasar. Pero el automóvil se detiene... ¡Delante del soldado! Y la ventanilla delantera derecha baja y Melchor sonríe.


-Toma, campeón...


Y le saca unos caramelos. El soldado debe rondar los treinta. Se ha quedado atónito por completo pero ha cogido los caramelos. Su cara era pago suficiente para la trasnochada, la barba y el disfraz. A Melchor le da un vuelco el corazón: lleva toda la noche haciendo felices a los niños pero la sonrisa que más le ha conmovido es la de ese soldadito congelado. Melchor se ríe y le palmea la cara afectuosamente. Hasta los mayores pueden sentir la emoción arrebatadora tan propia de los chiquillos... 


-¡Feliz Navidad!


Y se aleja la furgoneta dejando atrás al soldado que se mira la mano para asegurarse de que los caramelos están ahí: que no ha sido un sueño.Y sí: siguen ahí. Despacio y torpe, por los guantes gruesos, abre uno y se lo mete en la boca. Alisa el envoltorio, lo dobla, se lo guarda y mira al frente de nuevo, con una sonrisa en la cara. Hace tiempo que no comía caramelos pero este es, sin duda, el mejor que ha probado nunca.



Sin palabras... Feliz Navidad.