domingo, 13 de octubre de 2013

Respira.



He pasado toda la noche obligándome a respirar. He vuelto a llorar. Exactamente igual que hace una semana. Hoy ya no me creo más nada de lo que digas. No me creo que me quieras. Puedo creerme que no quieras hacerme daño porque a pesar de todo, sigo creyendo en las personas. Pero, ¿que me quieras? No, lo siento, eso ya no me lo creo. Ya no. 

Ya ha amanecido así que ya es hora de dejar de llorar. Se ha acabado. Hasta aquí llega el tiempo que me doy o volveré a caer. Aunque en el fondo, no sé si en algún momento he llegado a levantarme. Voy a racionalizarlo todo porque me lo pidió el psiquiatra de ojos azules. "No te fíes de lo que sientes ahora que estás mal." 

¿Qué hago ahora? Ahora que he descubierto que no te importo. Aunque en realidad creo que hay partes de mí que lo sospechaban. No importa ahora. ¿Qué hago? 

Debería pedirte que te vayas. En verano me hiciste creer que me querías, que me necesitabas y ahora duele saber que no. Duele que estés aquí y te de igual. Debería pedirte que te vayas porque si has vuelto no por mí, si no por hacer lo correcto... No quiero tu piedad. No quiero ser el "estoy porque es lo correcto". Debería pedirte que te fueras porque lo que quiero es que me quieras y eso no se ha dado. Pero, ¿seré capaz? Es evidente que no. Yo sí te quiero, tú a mí sí me importas, yo sí te necesito, a pesar de todo. 

Dice mi hermana que antes de ayer me oyó hablar en pesadillas. Suplicaba, dice. "Quiéreme, por favor, quiéreme, no te vayas." Se burla de mí por lo del "quiéreme", haciendo broma ahora. Dice que parezco uno de esos muñecos lastimeros que quieren que los cuides. Supongo que tiene razón.

Hoy mi madre se ha levantado gritándome, continuando la bronca de ayer. Pero hoy era distinto. Hoy no puede hundirme más porque ya vuelvo a estar en el fondo. Después de esta noche, no puede hundirme más. 

¿Y todo el esfuerzo por volver que estoy haciendo? ¿Y todas las cosas que hago intentando curarme, volver a ser la misma... Por ti? "Vuelve. Por favor." ¿Por qué? ¿Es demasiado para tu conciencia? ¿Es eso? Pues sí. Me has destrozado pero ¿y qué? Ya te he perdonado. Hace tiempo. Y de verdad. Ojalá pudiera arrancarte el sentimiento de culpabilidad que te hace estar aquí, que te ha hecho volver. Te lo arrancaría para que fueras libre de marcharte y ser feliz porque, después de todo, ya lo has hecho una vez.

¿Qué hago? Dímelo tú. ¿Qué hago? Dame una razón para seguir intentándolo. Para seguir intentando curarme, volver, ser yo otra vez. 

No hay respuesta. No hay razón.

La voz de mi parte más cabrona no deja de repetir que no me quieres. Que nunca me has querido. Cuando decías "te necesito" no era de verdad. Y ya no tengo argumentos para acallarla. 

Voy a ponerme a trabajar hasta que me olvide de quién soy. Así quizá olvide el dolor. No tengo el valor para pedirte que te vayas. Que dejes de sentirte culpable. Que hagas lo que realmente quieras y seas feliz. Esperaré a que te canses. A que te des cuenta de que no vale la pena tanta culpabilidad y te marches. Si lo voy asumiendo desde ahora, cuando llegue el momento te seguiré queriendo pero ya te habré llorado. 






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