viernes, 20 de diciembre de 2013

Soltar lastre.



La patente de corso que te doy, cada día, sigue abriendo surcos en mi alma. Quizá lo tengo todo a flor de piel. Quizá la marea aún está revuelta y solo haya que esperar pero los golpes de viento no ayudan. Y el mar aún vomita con cada vuelta monstruos del pasado, naufragios, errores pasados. Por eso cuando llega la tormenta y quiebra todo lo que encuentra a su paso... Hay que salir de ahí: hay que soltar lastre.




Cómo quiere la guitarra.



Querría contarte una historia. Empieza con una guitarra y unas cuerdas que cambiar: estas ya han sonado demasiado. 

-Papá, ¿no le duele a la guitarra?
-No lo sé, cariño, no le he preguntado.
-Pero, ¿tú crees que le duele?

Antes de contestar, lo medita mientras sus dedos fuertes tensan las cuerdas nuevas que, indómitas, se resisten a ser dominadas. "Quizá sí, un poco. Pero las necesita. Y al principio estará incómoda y luego irá acostumbrándose y un buen día, cuando ya les tenga cariño, habrá que volver a cambiarlas." El cariño de la guitarra hace daño a las cuerdas, papá. Qué historia tan triste. 


jueves, 19 de diciembre de 2013

Capricho.



Volvemos al no hablar. O a no contestar. Destrozas el sucedáneo de paz que consigo con un "hola" y no estaría mal si no fuera un hola vacío. Tu capricho. Hoy sólo voy a publicar esto. El resto lo he borrado. A veces yo también me canso de llorar. Que quien espera, desespera; como dice el refrán. 


martes, 17 de diciembre de 2013

El de la camiseta roja.


Ayer fue el día del uno entre un millón. Había una posibilidad entre un millón de que quisieras hablar y empezaras tú. Había una posibilidad entre un millón de que pasara todo lo que pasó ayer y aún tiemblo si lo pienso.

"No tenía que tratarte mal. Tú no te lo mereces. Es que me parece muy injusto. Cada uno es responsable de sus actos. Ahora querrá volver a entrar porque se aburre o yo qué sé sabiendo que tú vas a estar mal. Y me voy a cenar que me cabreo. No, contigo no. Tú no tienes culpa. Te quiero. Intenta no estar mal."

FLIPÉ. Aún lo hago. Porque no esperaba tanto cariño de golpe. Toda esa sensibilidad. Que alguien como él se parara a pensar en cómo me voy a sentir yo. Que se ofreciera a dar la cara por mí: "Que si quieres le digo que es por mí, eh. Que no quiero meterle yo." Después sentí que al pedírselo a pesar de su predisposición a no hacerlo, le estaba haciendo sentir mal. Cuando le daba las gracias por tratarme así, me hacía callar. 

Me sentí protegida. Con Alicia por la otra línea que me hacía reír con sus amenazas y dobles sentidos gatunos. Me sentí bien. Impresionada, halagada y abrumada por una demostración de cariño que no esperaba. 

Después, un recuerdo que duele. En el metro de tu ciudad. Es tarde y llevas una camiseta roja de la selección española de baloncesto. Dices que cuando vengas a Barcelona te echarás en cara al impresentable de mi vecino. Yo me niego en rotundo y tú insistes. Antes de lo de ayer, aquella fue la última vez que me sentí así de protegida. Aunque en realidad tú nunca fueras a venir a Barcelona, aunque ya no seas aquel que decía eso, tan serio. Aunque ya no me quieras como me quería ese niño de la camiseta roja.

Perdona si me cuesta creer que quieras hablar.




lunes, 16 de diciembre de 2013

Esa muñeca.


Llevo diez días viniendo aquí, soltándolo todo y borrándolo. No me atrevo a publicar nada. No lo hago, al final. Hoy no puedo más. Necesito sacarlo. Ya saqué una parte por el otro lado pero aquí me siento más a gusto, en medio de todas mis miserias. 

Me juré a mí misma que no volvería a ser un juguete y me he dado cuenta de que es lo que soy ahora. Tanto cuidado, tanto esmero... Ahora soy esa muñeca que coges y dejas cuando te apetece. Supongo que tengo que considerarme afortunada los días que quieres jugar. Pero a veces pienso que ojalá tuviera los cojones de decirte que no. Que se acabó. De romper mis promesas y salir de aquí para siempre. Ojalá fuera fuerte para no necesitarte. Ojalá.

Quizá entonces te darías cuenta de lo que pierdes. Porque no te he pedido nada a cambio y he estado ahí y nadie ha hecho eso por mí y no creo que me equivoque si aseguro que por ti, tampoco. Nada a cambio de todo, ¿eh? Pero no lo ves. Y yo sigo aquí.

Después de todo, ya no voy a preguntar para no escuchar más mentiras. No más. Querer a una persona es algo proactivo no pasivo. No te sientas y "quieres". Querer a una persona se hace sabiendo de su vida. Si puedes ayudar o si simplemente puedes estar ahí. Pero tú no. Al menos conmigo no. Te pones los brotips y demás para otras personas creyendo que sí, que es lo que eres pero mira. Nadie se ha quedado tanto como yo y de mí ya no sabes nada.

No es mi intención sonar a reproche, no lo es. No es culpa tuya, es por mí. Sigo siendo la misma loca. Escribo aquí porque no quiero decírtelo. No me arriesgo a molestarte o hacerte daño. Sigues estando tú por delante. Escribo aquí porque ponerlo en palabras ayuda a no enfadarme por todo el daño. Escribo porque por algún sitio tenía que salir. Escribo porque ya no me da miedo ni morir. Escribo porque no puedo hacer nada y tampoco puedo seguir así. 



viernes, 6 de diciembre de 2013

Solapado.



Hoy no sé qué pensar. Tengo el dolor solapado entre preocupaciones estúpidas y de vez en cuando aparece entre ellas. Cucú. Qué siniestro. Lo he guardado para poder seguir porque de verdad que no podía más. Sé que no es bueno hacerlo, que tarde o temprano saldrá, que será peor, que pesará más. Necesitaba descansar un momento. Coger aire.

Y esta noche voy a salir. Voy a dar un paseo como esta madrugada. Nunca había tenido tanto frío y nunca había estado tan en paz. "Anular capacidades", dijo. Eso intento. La capacidad de echar de menos o la de recordar. Por lo menos hasta que esto pase y pueda afrontar el dolor de activarlas otra vez. La teoría es perfecta. La práctica es lo que falla. No soy un robot y aunque lo intente, no puedo. Lo siento. No puedo.


Borradores.


A veces cuando entro aquí y veo el número de entradas, me asusto. ¿He escrito tanto? Luego recuerdo que más de la mitad son borradores y me tranquiliza. Tenerlos ahí es una red de seguridad para acordarme de lo mal que he llegado a estar. Tenerlos ahí supone cierto dolor de mí misma. ¿Pero cómo voy a reconciliarme conmigo si voy a borrar todo lo que no me gusta? Los necesito ahí para que me recuerden de dónde vengo. Los necesito ahí para volver a empezar. Leerlos y volver a decir "no, no te voy a borrar". 

Dice Ojos Azules que uso esto de terapia, que no está mal. A veces me da vergüenza que lo lea. Otras, sin más, me da pena. Luego recuerdo que ha vivido lo que escribo en tres dimensiones y me echo a reír. Qué gracia. Cuántas cosas en mi vida que son solo borradores. O porque los eché para atrás cuando salieron o porque nacieron ya así. Supongo que en cierta manera los borradores de mi vida son pequeños monstruos de esos que asaltan cuando llega la noche. Supongo que los borradores de mi vida nunca dejarán de ser eso, borradores. Supongo que los borradores de mi vida... Son tan parte de ella como las publicaciones.



domingo, 1 de diciembre de 2013

"No dejes de cantar."


Se te acerca, no le has visto en tu vida pero te coge la mano y te dice, emocionada: "he llorado mucho... Gracias. Tu canción me ha recordado mi niñez." Se va y sigues hablando pero le miras de reojo. No tienes tiempo de pensar en nada por que alguien te pone una mano en el hombro y te giras. Tampoco le habías visto nunca pero te planta dos besos, sonriendo. Suelta piropo tras piropo ignorando tu incomodidad y tu evidente sonrojo. Se queda a tu lado, te pide una foto. 

¿A mí? Sólo he cantado. No lo entiendes pero sonríes para la foto que te obliga a pestañear varias veces con su flash innecesario. Y entonces aparece él. Su americana cruzada, azul marino, limpísima, sin una sola arruga. Su chaquetón de cuero perfectamente doblado en su brazo. Su sombrero gris. Se lo quita y hace una reverencia. ¡Una reverencia! "Yo sólo quería presentar mis respetos. Ha sido espectacular. No dejes de cantar." Y se va y te quedas allí mirándole como si todo eso fuera un sueño o un error.