jueves, 14 de noviembre de 2013

De luz y sal.



Nace en lo más crudo de la tormenta. Está hecha de ruido, de luz, de azul. Nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Nadie recuerda su nombre ni sus apellidos. Nadie conoce sus apetitos y nadie da nada por su destino. Y sin embargo ella va, viene, renace, desaparece, ríe, llora, se desvanece, cae, se arrastra, anochece.  

Nunca para. Sabe que si para, pierde. Sabe que si para, muere. Sigue adelante. No importa qué. Ella sigue. Incluso cuando quiere parar y piensa que no puede más. La tempestad es su naturaleza, es movimiento, no puede parar. Y es en ese baile a veces lento como un desierto, a veces rápido como un amanecer, que ella vive.  

Al pasar ve la quietud de los lagos, la parsimonia de los bosques. ¿Por qué no puedo estar en calma? ¿Por qué no soy así? Y maldice, cuando llora, su propio ser. Y envidia, cuando se cansa, y quiere no saber. Tiene días buenos como malos y peores. A veces sólo es día de mirar el cielo. Pregunta por qué pero sigue siendo de agua. Pregunta por qué pero sigue siendo de luz y sal. Pregunta por qué pero sabe que siempre lo será. 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario