lunes, 18 de noviembre de 2013

El mar o tú.



Hoy no voy a hablar de dolor ni de esperanza, me lo he prometido. Te lo he prometido. Hoy voy a hablar de lo salvaje y perfecto que se pone el mar cuando llueve. De sus rugidos crueles. Hablaré de ese mar que también habla aunque en una ciudad como esta nadie lo escuche. El mar habla incluso cuando todos los demás se han callado. 

Voy a hablar de un mar abrumador al que la tormenta despierta y provoca, azuza y desata. De ese mar que no descansa, que no abandona, que aún llama. Ese mar indómito y enamorado. Enamorado de una tierra a la que no abandonará: y la deshace día a día en caricias, la arrulla noche a noche con su nana. Le susurra palabras de cariño, estoy segura. Un mar paradójico. Puede ser el más tierno amante y sin embargo, cuando se enfada nadie puede con él. Nadie puede contra él cuando se enfada. Todos le huyen. Un mar impredecible, poderoso y sin escrúpulos. Y ya no le importa la tierra ni nada. Es él y su rabia desbocada.  

Voy a parar esto aquí. Quería hablar del mar y sólo me sale describirte a ti.





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