miércoles, 13 de noviembre de 2013

Monstruos y cicatrices.


-Eso es... Cicatrizas bien, ¿sabes? 

A través de los guantes de látex aun puedo sentir sus manos frías, como las de todos los médicos. Qué curioso. ¿Cicatrizo bien? Quién lo diría. Se ríe. Te han hecho un desastre aquí... Ya. Suele pasar. Mis monstruos convierten mis heridas en desastres y me encargo yo de cicatrizar. Pero resulta que no es tan fácil cuando la herida no es física. Cuando no se ve y no puedo apretarla para tener la sensación de que deja de doler.  

La presión en el pecho es familiar. La sensación de ahogo. El latido de mi propio corazón, acorralado, cansado, agonizante, en mis oídos. Siempre la sensación de que está cerca el final. El miedo. Las manos heladas y temblando. Los párpados entumecidos, cansados de llorar, sabiendo que vuelven a necesitarlo. 

Sólo quieres que se acabe pero sigues ahí.  



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