martes, 12 de noviembre de 2013

Una noche horrible.


-Ha sido una noche horrible.
-¿Sí? ¿A dónde me he ido? ;)

No quieres saberlo. No quieres saber lo que pasa cuando llegan mis demonios y empiezan a jugar. Consiguen que sienta, que vea, que crea en lo que dicen. Suele empezar bien, como una escena idílica con un punto siniestro. Algo como la camisa de alguien que ríe manchada de sangre. Luego las cosas se tuercen.  

En mis sueños no sé hablar, sólo balbuceo y no me muevo con soltura, como si tuviera algún tipo de parálisis. En sueños me veo como soy, no la imagen que me devuelve el espejo. Veo esas deformidades, las cicatrices, todo. Y entiendo el rechazo. Quizá eso sea lo peor de todo. Que cuando suplico, ahogada de lágrimas, “no me dejes sola, por favor”, sé que no es justo. Que no tengo razón. Lo entiendo.  

Entiendo que te vayas, tú y los demás; pues “¿quién iba a querer a una bestia?” Por eso cuando me despierto aún tiemblo durante minutos que se hacen eternos. Hasta que las lágrimas se apartan y puedo ver que era un sueño. Pero… ¿Cómo va a ser un sueño? Los sueños no tienen sentido y esto sí. Los sueños no son tangibles y casi puedo jurar que esto sí.  

Por eso cada día empiezo de cero. Tengo que convencerme de que hay gente que me quiere, a pesar de todo, gente que me necesita y gente que está a mi lado. Por eso perdona si a veces necesito oírlo. Si me vuelvo pesada o gruñona cuando solo necesito parar y oír que no te vas. Que aún me quieres.  


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